lunes, agosto 28, 2006

Por partes

Cuando almuerzo en la universidad o alrededores, en vez de volver al piso a hacer la siesta o a no hacer nada, me dedico a no hacer nada en las aulas informáticas, confiando en que, después de hacer la digestión, mi tendencia natural al gandulismo no me impida estudiar un ratito, al menos. Habitualmente entro en varias webs de medios de comunicación, algunos blogs, yonkis.com y en una página dedicada a un juego de táctica de la Segunda Guerra Mundial. Hoy, en Escolar.net me he encontrado con esta entrada, que me ha servido para dos cosas:
En primer lugar, para conocer un nuevo blog: Gordo de Mierda. Leyendo por encima las últimas entradas, parece interesante. Supongo que me siento identificado con el nombre del blog. Además, leyendo los comentarios de una de sus entradas he recordado una cuestión que desde hace tiempo me intriga: ¿por qué se asocia criticar algo con ser intolerante? O, mejor dicho, ¿por qué se supone que ser tolerante implica no criticar? Me lo apunto en la carpeta de temas pendientes, quizás junto a la explicación definitiva de por qué la "tolerancia" es un concepto y una práctica totalitaria.
En segundo lugar, para ver una vez más la cifra maravillosa: 10.000.000 de votantes. En esta ocasión, acompañada de un calificativo impresionante: "half the voting population of Spain". Desde hace dos años es común oir/leer/padecer cada dos por tres a algún militante/portavoz/simpatizante del PP decir que el Gobierno del PSOE desoye la voluntad de "diez millones de votantes" o, como en este caso, de "la mitad de la población con derecho a voto". Pues bien, harto ya de tanta cifra redonda, me fui a donde hay que ir para comprobar los datos y saqué dos ideas en claro:
  • No son diez millones. Ni siquiera son un poquito menos. Los votantes del PP en 2.004 fueron 9.763.144. Faltan 236.856 votantes para llegar a esos mágicos diez millones. Todos los "votantes fantasmas" del PP en las últimas elecciones podrían llenar tres veces seguidas el Santiago Bernabeu, aunque se aburrirían como ostras. Y no es que esté mal aproximar, que acordarse de un número así para traerlo a colación en cualquier disputa no es fácil, pero deberían referirse a 9.750.000 votantes, no a diez millones. Pero, claro está, ¿quién puede renunciar a una cifra tan redonda? Con el empaque que da...
  • No son "la mitad de los españoles", ni "la mitad de la población con derecho a voto", ni siquiera "la mitad de los votantes". En el mejor de los casos (calculando el porcentaje únicamente sobre el total de votos válidos, es decir, el total más pequeño), son un 37,71% de los votantes, es decir, cuatro puntos por encima de un tercio de los mismos.

De todas formas, siempre nos quedará la opción de seguir haciendo oídos sordos con infinita paciencia hasta que, dentro de unos dos años, tengan que empezar a citar, también por exceso, a sus "nueve millones de votantes" o, incluso, a sus "ocho millones de votantes". Porque con la oposición que hace el PP, es seguro que este Gobierno, sin hacer nada especialmente bien ni mal, se revalida en las próximas elecciones. Me pregunto qué teorías de la conspiración se inventarán entonces los "medios independientes" para seguir con el runrún de la falta de legitimidad.

(Por cierto, la wikipedia ya ha sido editada para eliminar el párrafo que cita la noticia de Escolar.net. Ahora se muestra una nota breve y neutral sobre los atentados del 11-M, después de que, durante un rato, proclamara "Neocons suck. Other popular theories point to UFOs or magic fairies").

jueves, agosto 24, 2006

Albricias

Una excelente persona, genio entre los genios, vividor entre nubes, imán para situaciones raras... y, a pesar de todo eso, gran amigo, se une al moderno y gafapastil mundo de los blogs:
Loquito estoy por ver con qué florida prosa nos regala.

jueves, agosto 03, 2006

Sinceridad

Almorzando en casa de mi abuela, en Gran Canaria, mi prima Isabel y yo mantuvimos la siguiente conversación:

- ¿Por qué te dejas la barba así de larga, que pareces un chivo?
- No sé... porque sí.
- “Porque sí” no puede ser, porque entonces te dejarías toda la barba, no sólo la perilla.
- Pues... será por no recortarla, a ver hasta dónde crece.
- ¿Y nadie te ha dicho que así estás horroroso? Mira que yo decía que un hombre sin barba es como un monte sin árboles, pero así pareces una cosa rara...

Al llegar a Lanzarote, un par de días después, una de las primeras cosas que hice fue recortarme la chiva, dejándola en una longitud más o menos normal.

De Gran Canaria me quedo con la infinita paciencia de los guagüeros, la entrañable brusquedad de algunos camareros y el universo policromado que componen los edificios en algunos barrios de la capital, pintados cada uno de un color diferente, realidad que muchos encuentran de un mal gusto espantoso, pero que a mí me parece encantadora. La parte negativa es que las jugueterías en las que, de pequeño (y no tan pequeño), me gustaba entrar y curiosear, son ahora tiendas de ropa o sucursales bancarias. Al menos, tengo el consuelo de que Moebius, (la tienda de discos, libros, cómics y cosas raras que descubrí cuando fui al WOMAD hace unos diez años), sigue en su sitio: para llegar hay que andar por la calle Peregrina hasta que crees que ya te pasaste, que probablemente cerrara y por eso no lo encuentras, y entonces está en el siguiente portal. Otra cosa que, por suerte, sigue igual, es que todavía se puede ir a San Mateo un domingo y comprar pan de huevo, pan de papas, queso, hierbas medicinales, miel...

Con lo bueno y con lo malo, bastaron cuatro días en Gran Canaria para recuperar mi cariño por la isla y, sobre todo, por la capital. Ahora mismo estoy dispuesto a rebatir a todo aquel que repita el tópico de “¡qué ciudad tan fea!”. En cualquier caso, espero no tardar otros ocho años en volver.