martes, junio 01, 2010

Siete consejos para ser buen presidente

1. Debes en todo momento hacer gala de tu bonhomía. Con eso conseguirás que tus adversarios te llamen tonto y que tus competidores (dentro de tu partido) te consideren maquiavélico y cínico. Es posible que, si al final tienes que tomar decisiones impopulares, aquellos a quienes habías conseguido caer simpático se sientan traicionados. Déjales claro, no obstante, que sigues siendo buena persona.

2. Promete mucho. Promete dar más, de todo, a todo el mundo, siempre. Ignora cualquier objeción que te hagan relativa a la sostenibilidad o la justicia. Además, reparte lo mismo para todo el mundo, ya sea que lo necesiten o no, aunque para dar también a los segundos tengas que ofrecer a los primeros menos de lo que necesitarían.

3. La coherencia es irrelevante. En un mismo discurso se puede defender la reducción de emisiones contaminantes y la subvención a la compra de automóviles. Sostenibilidad ambiental y medidas de ayuda a un sector en dificultades, todo en uno. Eres, en efecto, una estupendísima persona.

4. No te preocupes por la eficacia. La eficacia es propia de tipos fríos y desagradables, no de buenas personas. Lo importante es sonreír, decir palabras bonitas y serenas, comprar el aplauso de jubilados y jóvenes y ver la vida pasar. Si las cosas se tuercen y te reclaman no haber hecho nada, échale la culpa a los que no son buenas personas.

5. Transmite siempre confianza. Si las cosas van mal, afirma que irán mejor el próximo mes. Dentro de un mes, asegura que todo cambiará en el trimestre siguiente. Lo importante es que te oigan decir que todo mejorará. Al fin y al cabo, no debe de haber tanta gente que conozca la fábula del pastor y el lobo.

6. Recupera la mejor tradición de los años ochenta. Ya sabes, esa década en que la derecha consiguió todos sus objetivos con Thatcher y Reagan, mientras la izquierda luchaba para que en las series de televisión las mujeres y los negros tuvieran papeles más relevantes y positivos. Así pues, haz de las políticas de identidad y de reconocimiento el eje central de tu política: no hay que cuestionarse el papel de la banca, sino procurar que haya tantas mujeres como hombres al frente de los Bancos.

7. Por último, llegado el caso en que tengas que elegir, recuerda siempre esto: debes gobernar al dictado de los intereses de la banca y los empresarios. No importa qué sacrificios sean necesarios para que los mercados financieros confíen de nuevo en ti. Sobre todo, no se te ocurra hacer ninguna reforma real: no racionalices el gasto, no luches contra la infinidad de fraudes cotidianos que minan la sostenibilidad de lo público, no reformes el sistema impositivo, no trates de cambiar o replantear nada... Este país es y seguirá siendo lo que era y debe permanecer en las mismas manos en que ha estado siempre. Tu papel no ha sido ni puede ser otro que cubrir esa realidad con un disfraz de modernidad y buenas intenciones. Ahora, hazte el haraquiri y déjalo todo en orden para cuando llegue la siguiente marioneta.