lunes, enero 26, 2009

Le amargan a uno la mañana

Resulta que llega uno al trabajo después de un fin de semana casi inmejorable y, echándole un ojo a la prensa antes de empezar a trabajar, se encuentra con esto. ¿Será posible que todavía tengamos que aguantar a esta gente? De modo que ellos, cobrando del Estado, tienen derecho a decir lo que les dé la gana, mientras que los demás, aún rascándonos el bolsillo, tenemos que callarnos o someternos al tutelaje de vete-a-saber-quién para no ofenderles. ¿Acaso esta gente se detiene a pensar a quién ofende cuando profiere sus opiniones? Porque mira que el catálogo de quienes nos deberíamos sentir avergonzados-ofendidos (si nos importara lo más mínimo) por la opinión que la Iglesia tiene de nosotros es más bien amplio. Pero, claro, se ve que cuando tus opiniones provienen directamente de un ser imaginario que dictó varios libros hace entre 2.000 y 3.500 años, tienes una serie de privilegios que los demás no merecemos.
Vaya una cara más dura...
Ya cansa este doble juego, que ellos tengan carta blanca para lo que quieran y que los demás tengamos que pedirles permiso para todo. Es como cuando el entonces Alcalde de Madrid, Álvarez del Manzano, dejó caer cuánto habían costado a la ciudad las manifestaciones contra la guerra de Irak (seguridad, limpieza, restituir las flores del Paseo del Prado), pero no dijo cuál fue el coste de poner Madrid al servicio de una visita del Papa, poco tiempo después. Lo tuyo cuesta dinero y es un engorro, lo suyo es un primor y amorosamente hay que dárselo.
Y, por si acaso entra en el blog alguien que no sea uno de los tres (o dos) amigos que (quizás) sigan leyéndolo, diré que estaré encantado de meterme con cualquier clérigo musulman (o judío, o evangélico, o budista) que también quiera inmiscuirse en mi vida o derechos como lo hacen los católicos. Pero a día de hoy, quienes más veces y con más probabilidades de éxito lo hacen son estos últimos, así que de ellos será de quienes más veces y con más fuerza tenga que defenderme. Que ya basta, también, de ese victimismo pasivo-agresivo de "pues con Alá no te metes". Pues sí, pazguato, con Alá también me meto porque "Allah" es, simplemente, una palabra árabe que significa "Dios": considérese la etimología (y significado) de "ateo" y no hacen falta más explicaciones.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Allah no puede significar exactamente Dios porque Dios es masculino y Allah no tiene género.
Un saludo.
Alí Omar
Pd. Y no te metas con Allah...

8:30 p. m.  
Blogger Cronista Disperso said...

A lo que me refiero es a que "Alá" no es, como algunos creen, "el nombre del Dios del Islam", sino que es la forma en que se dice "Dios" en árabe. Los matices que se pierdan en la traducción son harina de otro costal, pero ese término árabe designa al Dios único tanto de los musulmanes como de los judíos y cristianos árabe-parlantes, como explican la whiskypedia y este señor que acabo de encontrar gracias a google.

Y, por supuesto, me meteré con Allah si él, o cualquiera que crea hablar en su nombre, se mete conmigo.

11:47 p. m.  

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