viernes, julio 07, 2006

Loco

- Verá, es que yo esas cosas las hago como un juego, no pretendo hacer daño a nadie.
- Claro, lo entiendo, pero debes comprender que quienes te rodean se sienten intimidados, no saben cómo reaccionar. Resulta incómodo, ¿comprendes?
- Sí, supongo que seré un bicho raro.
- Espera, escúchame: no es bueno que hagas ese tipo de comentarios negativos. No eres un bicho raro, tan sólo tienes algunas manías, digamos, un poco especiales. Eso no es malo, pero los demás no lo comprenden, así que por tu bien tenemos que enseñarte a canalizar esos impulsos de una forma positiva, creativa, que resulte más fácil de aceptar por tu entorno.
- Ya veo.
- Mira, casos como el tuyo son más frecuentes de lo que pueda parecer. Fíjate si lo son, que incluso existe una terapia muy desarrollada que te puede ayudar. Una sesión de una hora a la semana, unos cuantos ejercicios que deberás hacer por tu cuenta y un poco de medicación...
- ¿Medicación?
- No te asustes, sólo son unas pastillas que te ayudan a calmarte, a centrar la mente y pensar con claridad. Como te iba diciendo, con este tratamiento, en el peor de los casos, estarías completamente reintegrado en cinco años. En el mejor de los casos (y créeme si te digo que estoy seguro que tu caso será de los mejores), antes de tres años. Verás, el tratamiento consiste, como te decía antes, en una serie de ejercicios que tienes que desarrollar por tu cuenta para luego revisar tus resultados en la sesión semanal...

Esteban oía al psiquiatra describiéndole el tratamiento, pero su cerebro estaba en otra parte. No conseguía entender por qué sus pequeños juegos asustaban a la gente. Quizás no sea habitual encontrarse a alguien que habla solo, repitiendo en voz alta juegos de palabras, entremezclándolos y riéndose de los resultados, del tigre atigrado que bota la pelota vieja de la vieja en pelota que vota en la urna rota, rota-vota, urna-cuna, niño-Miño, río-frío, hielo-cielo, nube-sube y así hasta el agotamiento, pero tiene una buena razón para hablar solo: lo hace cuando no tiene a nadie con quién hablar. ¿Tan difícil de comprender resulta? Quizás sea comprensible que alguien pueda molestarse por el juego de saltar de baldosa en baldosa, cuidado con las verdes, sólo las blancas, sin pisar las líneas, pero no porque sea malo jugar, sino porque había tropezado con aquella anciana y, bueno, también es cierto que ella empezó a acusarle injustamente de haberla atacado, pero ¡aquella era la única baldosa blanca a la que podía ir! Así que había que hacerle caso al doctor, bueno, al psiquiatra, y seguir aquel tratamiento, venir una vez a la semana, tres años, 156 semanas, sesiones, horas, 9360 minutos, más las medicinas, más... ¿acababa de oír "pinturas y cartulinas"? ¿Acaso el psiquiatra le iba a poner a pintar? Daba igual, Esteban había hecho su cálculo y ya había sacado una conclusión.

- ... en una tercera fase, avanzado ya el segundo año de tratamiento, intentaríamos que fueras desarrollando tus habilidades creativas, encauzando esa inquietud que ahora te impulsa a esos desordenados juegos de los que me has hablado, para convertirlos poco a poco en actividades lúdicas privadas con las que puedas realizarte.
- ¿Sabe, doctor? – le interrumpió Esteban – Lo he estado pensando y realmente no merece la pena. Prefiero seguir loco.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Si es que la locura, tiene su encanto... no?

10:58 p. m.  

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