Las aventuras de Súper Hero (con h aspirada)
Hace un tiempo, iba a clase en el metro y trataba de leer el periódico entre el ruido, los bandazos y el mal humor reinante. A mi lado, apoyados en una de las puertas, iban dos adolescentes que se intercambiaban politonos discotequeros. Al poco tiempo, quedó claro que en esas condiciones era imposible enterarse de gran cosa. Además, un evidente cambio en el tema de conversación de los dos chavales llamó mi atención. Simulé seguir leyendo el periódico y escuché cómo empezaban a enseñarse vídeos del móvil.
- ¿Este le tienes?
- No, ese no le he visto...
- Buah, chaval, te partes el culo con este.
- No, ese no le he visto...
- Buah, chaval, te partes el culo con este.
Perfectamente audible, pese a la distorsión del auricular, me llegó la siguiente conversación:
- Oye, ¿a tí te han pegado alguna vez tus compañeros de clase?
- No, no. Nunca.
- Pues toma.
- No, no. Nunca.
- Pues toma.
Y se oyó una sonora bofetada y un coro de carcajadas, que fue secundado con entusiasmo por los dos mastuerzos que tenía a mi lado. Me quedé petrificado, pensando en qué clase de salvajes tenía a menos de un metro de mí.
Tampoco quiero ser hipócrita: cuando iba a la escuela, si había una pelea nadie intentaba separar a los contendientes, sino que todos gritábamos "pleito, pleito" y hacíamos un coro alrededor de los que se estaban pegando, hasta que llegaba el profesor de guardia a poner orden. La violencia es un espectáculo muy atractivo, para qué engañarnos. Sin embargo, esa maldad de grabar unas agresiones para luego descojonarse viéndolas... hay algo incomprensible en eso. Algo que te revuelve las tripas.
Los dos desalmados siguieron riéndose y viendo más vídeos de contenido similar (al menos, por lo que pude deducir de cuanto escuché). Me dieron unas ganas terribles de levantarme de mi asiento y, aprovechando que les sacaba más de una cabeza de altura y les doblaba en volumen, tumbarlos de sendos bofetones a mano abierta, propinados con todo el recorrido de brazo que permita el ancho de un vagón de metro, y decirles:
- A ver, ríanse ahora.
Sin embargo, me limité a quedarme sentado, sintiendo rabia e impotencia, porque no hubiera sido muy constructivo convertirme en un imitador del descerebrado aquel que pateó a una chica en el metro de Barcelona (aunque yo, al menos, tenía un motivo...). Pero la violencia sigue siendo violencia, por justificada que parezca estar.
Y así, una vez más, Súper Hero continuó su camino sin impartir justicia.
2 Comments:
La violencia sigue siendo violencia por justificada que parezca, coincido. Y agreguemos que no arregla nada: enrieda, enferma y complica.
(...a pesar de todo, una vez más, Super Hero no me cae mal...)
violencia mientras echamos la siesta, violencia mientras comemos un plato caliente de sopa, violencia mientras jugamos con los pequeños. En esta sociedad en la que hemos visto de todo (asesinatos en directo, amputaciones, maltrato...) ya nada impacta, nada parece doler ni importar y la culpa de ello la tenemos todos los que consentimos esas imágenes que incluso disfrutamos con ellas. Cada uno tiene lo que se merece.
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