Misantropía
Me estoy haciendo viejo y gruñón. En realidad siempre lo he sido, pero estoy llegando a niveles insospechados en una y otra cualidad.
Hace unas cuantas semanas acabé, sin proponérmelo, metido en la fiesta de cumpleaños de un desconocido. Yo había quedado con una amiga (en realidad, uno de mis amores sufridos e imposibles, pero eso no importa ahora), para verla antes de que volviera a la ciudad donde vive, y ella había quedado con otra amiga suya, que a su vez iba a reunirse con unos amigos en la citada fiesta de cumpleaños. Dado que me aturden las aglomeraciones y me siento cohibido e incómodo teniendo que relacionarme con personas que no conozco, o que no me interesan, tan pronto como entré en el piso busqué la esquina más discreta donde pasar desapercibido (o intentarlo), deseando que mi amiga (en realidad... ah, ya lo había dicho) no me abandonara a mi suerte entre todos aquellos extraños.
Por supuesto, cuando estoy mareando en el vaso los hielos de mi ya extinto trago de ron, preguntándome si habrá pasado el tiempo suficiente como para poder irme sin parecer un lunático que llega, saluda y se va, llaman por teléfono a mi amiga, así que me deja solo, muerto de pánico y deseando que sea una llamada corta, para buscar una habitación donde el nivel de ruido permita mantener una conversación telefónica. Espero a solas (dentro de lo posible), mirando con detenimiento la punta de mis pies, hasta que se acerca una chica que me han presentado al llegar. Intenta trabar conversación conmigo, ocurrencia que me espanta: no tengo nada que decirle ni me interesa lo que diga. Lo cierto es que se trata de la típica chica con la que cualquier hombre se mostraría instintivamente amable y solícito: tiene unos ojos preciosos, una cara agradable y un generoso escote que dejaba ver un busto de formas redondeadas, firme y terso (no hubo comprobación empírica de este último punto por mi parte, pero la piel tenía un aspecto muy saludable). Es una pena que su voz chillona, su forma ridícula y exagerada de gesticular y su capacidad de ser banal hasta la náusea estropeen el conjunto. Había un tópico al respecto, pero no creo que sea necesario repetirlo.
El caso es que, contrariando los dictados de la naturaleza, no le doy conversación: me limito a asentir con fastidio y a responder con monosílabos a sus preguntas. Por fortuna, no tarda mucho en desistir, dejándome de nuevo ensimismado en mi rincón. Cuando vuelve mi amiga, ya es hora de marcharnos, así que bajamos a comer algo y hablar un rato antes de despedirnos. Sin embargo, no encuentro gran cosa que decirle, de modo que cenamos rápido y nos despedimos. Me dice que vaya a visitarla algún fin de semana. Le digo que lo intentaré, pero no es cierto: tengo bastante con la frustración de todo lo que callo las pocas veces que la veo, como para encima buscar más.
Viejo, gruñón y patológicamente callado. ¡Qué cuadro!
2 Comments:
A veces uno es como un cuadrado intentando encajar en un círculo... puede ser que no viera bastante Barrio Sésamo cuando era pequeño... o puede que sea una cosa genética, o patológica, o sincrónica.
Claro, eso frustra.
Entonces, conviene adoptar una de las tres siguientes soluciones:
- adaptarse al ambiente y convertirse en un círculo (no está dicho que haya que recortar mucho, solo recolocar...
- buscar el ambiente que se adapte a uno (en tu caso, probablemente excluiría de todo punto ir a fiestas cumpleañeras de desconocidos), o sea, un círculo (intuyo que cerrado...)
- mandar todo al carajo, seguir siendo un cuadrado que intenta entrar en un círculo, sentir frustración y regodearse en ella, pero usarla para algo práctico como, un, dos, tres, responda otra vez, escribir bien.
¿Cuándo me escribes el libro? ¡¡¡Llevo años esforzándome en ser desagradable contigo y aún no tengo ningún resultado concreto!!!
PS: He intentado publicar este comment tres veces, esas putas letras dicen que no soy una persona!
Gruñe gruñe gruñe... cómo mola decir gruñe.
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