lunes, diciembre 30, 2013

Tu alma y el capitalismo

Aclaración: en el título, uso el término "alma" no en su sentido religioso o espiritual, sino en uno más bien emocional. El alma a la que hago referencia es esa parte de ti que sientes que eres realmente tú mismo, esa parte de tu mente que no está atrapada por el universo preconfigurado. Y el universo preconfigurado es todo aquello en tu vida que no eres tú: el trabajo, los jefes, las buenas costumbres, las fiestas de guardar, la familia política, el diario de cabecera, la opción responsable. El universo preconfigurado es la parte de la vida que niega la vida. Son definiciones circulares, pero creo que se entienden.


Hace poco, causó cierto revuelo (o, más bien, mucho cachondeo) la línea de ropa para hipsters que sacó al mercado una cadena de centros comerciales. Algo parecido ocurrió la primera vez que esa misma cadena de centros comerciales decidió promocionar la moda rockera, a principios de los ochenta. A los "verdaderos" rockers les pareció tan humillante que, según cuentan, Loquillo llegó a amenazar a algún empleado de los grandes almacenes, exigiéndole que dejaran de "apropiarse" de sus señas de identidad. No consiguió su propósito, pero al menos se desahogó con una canción.
Recuerdo que hace años lei, o quizás vi, una entrevista a Fermín Muguruza en la que relataba que, cuando quiso poner en marcha su propia compañía discográfica, se había matriculado en algunos cursos de gestión de empresas. La sorpresa vino cuando los expertos en marketing le dijeron que eran ellos quienes querían aprender de Negu Gorriak y de su modelo de negocio, ya que les fascinaba que sus seguidores tuvieran ese compromiso fiel e incondicional con el grupo. Además, Negu Gorriak conseguía mantener, con una inversión mínima, una amplia red de contactos por toda Europa que les facilitaban la promoción y distribución de su música. Eso, para un consultor de mercadotecnia, es el paraíso o se le parece mucho.
Ambas anécdotas ilustran, en mi opinión, una característica del capitalismo: su capacidad para incorporarlo todo, para fagocitar cualquier manifestación cultural o social y, si es susceptible de producir beneficios, producirla en masa. Al capitalismo no le importa qué idea haya detrás de un producto. Su análisis de la realidad se restringe a comprobar si hay X personas a las que pueda vender Y productos, sacando de cada venta Z euros de margen. El mercado no tiene ningún problema en adoptar cualquier idea en la que X*Y*Z arroje una cifra interesante. Así, se vende hoy banalidad y mañana intelectualidad, hoy individualismo y mañana solidaridad, un día revolución y otro día un smartphone. Las modas se suceden sin dificultad porque, al contrario que para las personas, para el capitalismo "la idea" detrás de un hecho no es más que la marca que viste a un producto.
Las personas desprovistas de un saludable grado de cinismo pueden sentirse horrorizadas al ver cómo algo que a ellas les importa (la salud, la cultura, la solidaridad, quizás algún estilo musical, etc.) se convierte en un reclamo publicitarios. Sin embargo, es una ley fundamental de la dinámica económica: sólo importa lo que vende y, si algo importa, debería vender. Recuerdo con cierta ternura una pintada que decía "la educación es un derecho, no un negocio". Al parecer, su autor no conseguía comprender una verdad fundamental del sistema económico imperante: todo cuando existe en el capitalismo, existe en tanto que mercancía.
Esta misma dinámica es aplicable también a los movimientos sociales. Casi se podría decir que es una pérdida de tiempo elaborar un argumento sólido que respalde tus reivindicaciones: lo realmente importante es constituirte en nicho de mercado. Sólo así puedes tener la esperanza de contar para algo en el capitalismo. Algún día, si se pudiera poner el cinismo a nivel 11 sin molestar a nadie, sería interesante investigar qué papel desempeñan, en la aceptación social de la homosexualidad, los argumentos éticos y racionales, de un lado, y los estudios de mercado que identifican a las personas homosexuales como un nicho interesante, de otro lado. ¿Y si la menor visibilidad de las lesbianas tuviera que ver con que, al ser mujeres, cobran menos y, además, como pueden tener hijos sin pasar por la agotadora burocracia de la adopción, no tienen esa supuesta mayor propensión al gasto de los homosexuales varones?
Otro ejemplo es el 15-M: antes de que se supiera muy bien qué era o qué pretendía (si es que a día de hoy se sabe), ya había dos novelas que lo "homenajeaban" o que "captaban su espíritu", el panfleto que se supone que lo había inspirado agotaba ediciones y una marca de tiendas de campaña había recibido una cantidad de publicidad que sus propietarios nunca habrían podido imaginar. Poco después, una compañía de telecomunicaciones sacaba una campaña publicitaria en la que unos actores simulaban una asamblea de clientes. Dicha campaña suscitó críticas, por supuesto, pero era una consecuencia lógica de las ideas que circulaban en aquel momento. Una vez que los indignados perdieron protagonismo, ya sea por los resultados electorales o por errores estratégicos propios, el mercado editorial, la moda y las tendencias publicitarias dejaron de sentir la necesidad de prestarles atención.
Sin embargo, con lo dicho hasta aquí, no tengo claro que se pueda censurar al capitalismo (por estos motivos en concreto, quiero decir). Al fin y al cabo, ningún sistema económico o social puede funcionar más allá de sus propias premisas, objetivos y limitaciones. Si el capitalismo quiere comprar tu alma para poder convertirla en una etiqueta, al menos debemos reconocerle que no lo hace por maldad. El capitalismo no entiende de bien o mal, sólo de dinero. Cuando el capitalismo quiere convertir tus ideas en eslóganes y tu alma en un logotipo, deberíamos entender que no es nada personal: son solo negocios.

Contra el amor

Hace quince días, el señor Fanshawe enlazó en su perfil de Twitter este vídeo de Miley Cyrus:
Acostumbrado a la imagen de Miley Cyrus que transmiten los medios, que no dejan pasar ninguna oportunidad de escandalizarse porque una mujer de veintiún años que puede hacer lo que quiera haga, precisamente, lo que le da la gana, me sorprendió que cantase tan bien. No lo dudaba, pero como normalmente no me interesa la música que hace, tampoco había podido comprobarlo. La canción que interpreta en el vídeo, Jolene, es un éxito de Dolly Parton, estrella del country de la que sólo sé que escribió esta canción y que apareció en un capítulo de Los Simpsons. Otros grupos que han tocado Jolene son The White StripesMe First and the Gimme Gimmes, aunque la versión más curiosa que me he encontrado consiste en el single original, reproducido a 33 rpm.
Después de escuchar esta canción varias veces en las últimas dos semanas, empecé a prestar más atención a qué decía la letra y me surgieron varias dudas. En primer lugar, la protagonista de la historia suplica a la tal Jolene que no seduzca a su marido. Ahí, la opinión del marido no parece contar para nada: ni para confiar en que se mantenga fiel a su esposa (aunque diga el nombre de la otra en sueños), ni para asumir que, como ser humano con libre albedrío, tiene derecho a irse con otra (o no) si así lo decide. Al parecer, qué ocurra con el marido en cuestión es un asunto que deben discutir únicamente la esposa y la amante en potencia.
Pero lo grave no es eso, sino que el principal argumento de la sufrida esposa es que, si Jolene se lleva a su marido, ella "nunca más podrá volver a amar" porque "él es el único para mí". Ahí me dan ganas de animar a Jolene a que ponga a trabajar su "belleza incomparable", su "piel de marfil, ojos de esmeralda, su pelo cobrizo" (ay, las pelirrojas...) y su "sonrisa como un aliento de primavera", para alejar al pobre marido de una mujer con tan poco respeto por sí misma como para que su capacidad de amar dependa de que sea correspondida por una única persona, sin alternativa. 
Aunque el mito de la "media naranja", única e irreemplazable, que debemos buscar para sentirnos completos, tenga un origen tan ilustre como El Banquete, de Platón, no deja de ser una idea estúpida y peligrosa. En primer lugar, todo individuo es una persona completa por sí mismo y con eso debería bastarle, sin esperar que otra persona venga a "completarlo". En segundo lugar, esa idea impone una carga insoportable sobre la otra persona, que si decidiera terminar con la relación estaría, de hecho, destruyendo a su pareja. Por último, habría que considerar una anomalía estadística que sólo una persona entre los miles de millones que existen en el planeta "esté hecha para mí". Además, si de verdad existiera sólo una persona así en el planeta, lo realmente anómalo sería encontrarla.
Por no hablar de la barbaridad que supone decir "significas mucho para mí" o, como en el párrafo anterior, "esta persona está hecha para mí". Eso es terrorismo ontológico: nadie "está hecho" para otro. Y si alguien significa algo para ti, eso no es responsabilidad suya, ni le obliga a nada, ya que dicho "significado" no es más que una idea en tu cabeza. Creer lo contrario es narcisista.
De todos modos, ¿qué puedo saber yo, que llevo más de una década soltero? Más aún, ¿qué puedo saber yo si la mejor canción que conozco sobre el amor trata, en realidad, de matemáticas?

sábado, diciembre 07, 2013

Lenguaje y afinidad

1. El lenguaje y los carteles
Si uno se para a pensarlo, resulta curioso cómo nace y funciona el lenguaje. En primer lugar, de manera arbitraria, se produce una asociación entre sonidos y conceptos. Luego, a cada sonido se le atribuye uno o más dibujos, muescas o trazos (es decir, letras) y así, paso a paso, nace un lenguaje, se establece una escritura y se fijan una gramática, una ortografía, etcétera. Todo ese proceso culmina en que, por ejemplo, las siguientes formas negras sobre fondo blanco
"La casa magenta es cálida"
significan que hay una edificación destinada a vivienda, pintada de una determinada tonalidad de rojo y con ciertas cualidades para la conservación de la energía.
Hasta ahí, la génesis del lenguaje es un proceso (hipotético) sorprendente, azaroso, maravilloso y fundamentalmente pragmático. Pero eso sería sólo el principio. El siguiente paso requiere diferenciar entre lo denotativo y lo connotativo, es decir, el significado literal y lo que éste evoca. Es decir, el lenguaje no es una réplica de la realidad, sino una realidad aparte, enriquecida por el abanico de connotaciones que puede tener cada palabra. Así, de la misma manera en que a veces un puro es tan sólo un puro, el color negro puede teñir presagios y es posible, incluso, revitalizar una institución pese a que nunca estuvo viva.
Para complicarlo todo aún más, hay oraciones que sólo tienen sentido cuando se toman en su sentido connotativo. Es decir, hay expresiones cuyo significado puro, denotativo, resulta absurdo o, para ser exactos, no tiene apenas relación con el mensaje que el emisor quiere transmitir. Así, podemos saber "de qué pie cojea" alguien que anda perfectamente, o nos parece que "huele" algo que no desprende olor alguno.
Por último, tan importante como el sentido es el contexto. Hay mensajes que dependen, para ser correctamente entendidos, de ser interpretados en un contexto específico, a pesar de tener una formulación genérica. Un buen ejemplo de esto último es una de mis frases favoritas: "se dan clases de matemáticas". Esa frase, inscrita en un cartel, significa algo que, pese a ser estrictamente cierto, no es lo que quiere decir quien la enuncia. Es decir, si bien es cierto que la asignatura de matemáticas es impartida de forma regular en diversos centros de enseñanza y en varios niveles educativos (que es, en sentido estricto, lo que significa la oración "se dan clases de matemáticas"), la intención del autor del cartel era comunicar, aproximadamente, lo siguiente: "Persona se ofrece, a cambio de un precio, a impartir clases de repaso o apoyo de la asignatura de Matemáticas a aquellas personas que lo soliciten". Sin embargo, a pesar de haber formulado su anuncio de forma impersonal, a pesar de haberse negado cualquier protagonismo, el autor del cartel ha conseguido transmitir su mensaje con una efectividad tal, que si alguien pretendiera leer la frase en su sentido literal tendría que ofrecer una buena justificación.
Otro ejemplo bastante obvio es la oración "Prohibido fijar carteles", prohibición que no es absoluta sino que hay que deducir que se limita a la pared en que se inscribe dicho mensaje. Además, dicha prohibición suele estar enunciada precisamente en un cartel: ¡es un cartel que se prohíbe a sí mismo!1 Por supuesto, hay que entender "Está prohibido fijar otros carteles en esta pared", o bien (si la pared es alargada y hay varios carteles de prohibición) "En esta pared sólo pueden fijarse carteles idénticos a este o que tengan un propósito análogo: la prohibición de fijar otros carteles en esta pared".
Así pues, el lenguaje es fundamentalmente un mecanismo de consenso. En el intercambio de información que se produce cuando un emisor dirige un mensaje a un receptor, a través de un canal y mediante un código, el consenso para interpretar el mensaje de acuerdo con su contexto y sentido es tan importante como el contenido del mensaje en sí. Que esa comunicación tenga éxito depende de un acuerdo previo entre emisor y receptor. Un ejemplo claro de qué ocurre cuando falla este consenso se puede ver en cualquier red social, especialmente en twitter (donde, con una limitación a 140 caracteres, cualquier mensaje es necesariamente impreciso): todo mensaje puede ser interpretado de forma ofensiva por el lector, con tal de que no sienta simpatía por el emisor. Las más de las veces, "no puedo creer que X haya dicho eso" es una frase doblemente falsa: quizás la persona en cuestión no ha dicho (o no ha querido decir) lo que tú interpretas y, desde luego, sí puedes creer que lo haya hecho, porque precisamente ese es el origen de tu interpretación.
Este acuerdo previo sobre cómo se ha de interpretar el lenguaje permite transmitir información sin necesidad alguna de ser preciso, pues el contexto y las connotaciones de lo expresado llenarán de contenido unos enunciados que resultarían absurdos tomados de manera aislada. Así se economizan esfuerzos: no hay más que comparar las alternativas a las que se enfrentaba el profesor de matemáticas del primer ejemplo. Gracias al contexto y al consenso acerca de qué propósito tiene un cartel como el suyo, puede anunciarse sin recurrir a los excesos que exigiría ser preciso en su anuncio2.

2. Las preguntas nos plantean muchas preguntas
He rescatado y ampliado estas divagaciones sobre el lenguaje de un correo electrónico que envié a unos amigos hace un tiempo. El motivo es que hace unas semanas me registré en una página de "online dating" en la que, entre otras prestaciones, se ofrece un algoritmo que calcula tu afinidad potencial con otros usuarios, a partir de tus respuestas a una serie de preguntas tipo test sobre tus opiniones, estilo de vida, qué es importante para ti y en qué grado, etc.
Al parecer, el algoritmo funciona bastante bien: por un lado, he leído a bastantes usuarios satisfechos con los resultados que han obtenido (aunque descontentos con otros aspectos de la página). Por otro lado, entre las personas con las que la página me atribuye más afinidad, he encontrado a alguien a quien ya conocía de antes (aunque sólo fuera a través de su blog) y que, en efecto, me parece muy interesante. De hecho, el algoritmo funciona tan bien que hay quien se ha aburrido de la página porque los perfiles con los que le atribuye mayor afinidad ¡son los de sus amigos! Y, claro, para ese viaje no hacían falta alforjas.
La cuestión es que, como se ha dicho, el algoritmo funciona a partir de preguntas tipo test y ahí es donde me encuentro con un problema. Pongamos un ejemplo: "Overall, has capitalism made the world a better place?" Uno tiene la tentación de imaginar que esta pregunta está colocada ahí como una invitación a significarte como pro o anti capitalista. En principio, parecería que una persona de izquierdas responderá que no y una de derechas que sí. Pero no es necesariamente así: el capitalismo ha mejorado el mundo en determinados aspectos, aunque por el camino haya creado otros problemas distintos. Pero si comparamos la época actual con el feudalismo, ¿cómo no vamos a pensar que estamos mejor? Otra cosa distinta es que por ese motivo haya que defender el capitalismo: ni es perfecto, ni está exento de problemas ni es el único sistema posible3. Por supuesto, tampoco está tan claro que sólo un izquierdista piense que el mundo no ha mejorado bajo el capitalismo (si es que alguno lo piensa): un militante de la derecha tradicionalista sin duda responderá que el capitalismo no ha hecho nada por mejorar el mundo, porque él preferiría vivir en el Antiguo Régimen.
Sin embargo, hay casos más preocupantes, como el de la siguiente pregunta: "Do you believe homosexuality is a sin?". Tal y como está planteada la pregunta, no puedo sino responder que sí: pregunta si es un pecado, no si yo creo que sea algo malo. Tengo entendido que para el judaísmo, el cristianismo y el islam, la homosexualidad es pecado. Desde luego que a mí, que soy ateo, me da exactamente igual lo que prescriba cualquier religión al respecto, pero el enunciado pregunta si creo que es pecado. Si preguntase "Do you believe homosexuality is wrong?" respondería que no, sin dudarlo.
El problema que resulta de responder ateniéndome al sentido literal de las frases, es que si respondo a lo que me preguntan y no a lo que se sobreentiende que preguntan, empiezo a introducir una distorsión en los resultados: para toda aquella persona que haya respondido que no cree (contra toda evidencia) que la homosexualidad sea pecado y que haya indicado que considera importante esta cuestión, habré ganado puntos negativos4. Sospecho que éstas y otras preguntas, contestadas a partir de una interpretación literal del enunciado, están haciendo que disminuya el indicador de mi afinidad (estimada) con algunas personas que me parecen muy interesantes y tienen intereses y gustos afines a los míos. Por eso, quizás sería mejor que, desde un enfoque pragmático (al fin y al cabo, estoy en esa página para conocer gente, no para encontrar la respuesta precisa a una serie de preguntas), cambie varias de mis respuestas por otras derivadas de una interpretación más flexible de los enunciados.
¡O no! Por un lado, existe la posibilidad de explicar tus respuestas, que es lo que he hecho en estos casos potencialmente controvertidos. Por otro lado, no creo que un par de preguntas tengan un efecto en el indicador tan grande que llegue a resultar decisivo. Más que nada porque no creo que haya mucha gente buscando la exactitud en una serie de porcentajes que, como mucho, se deberían interpretar a partir de intervalos.
Si no, también se puede pensar que el elemento de "des-afinidad" que introducen mis respuestas no sea del todo injustificado. Sólo hay que interpretar que aquí la discordia no surge tanto por el contenido de la pregunta, sino por la diferente importancia que le damos al significado literal de los enunciados. Sería, entonces, un error que se corrige de forma automática y da un resultado no-tan-incorrecto, aunque sea por vías alternativas.


1 ¡¡¡Contiene en su seno la semilla de su propia infracción!!!
2 No obstante, al ser profesor de matemáticas debería honrar la lógica, como en un chiste que leí en Cómo se llama este libro, de Raymond Smullyan (cito de memoria): van dos individuos en un tren por Escocia y, al pasar junto a un prado, ven una oveja negra pastando. El primero dice "vaya, en Escocia hay ovejas negras". El segundo, filósofo lógico de profesión, responde "en Escocia hay al menos un animal que, desde esta perspectiva, parece una oveja y tiene al menos uno de sus lados de color negro".
3 Léase, si no, el siguiente párrafo del Manifiesto Comunista:
"En el siglo escaso que lleva como clase dominante, la burguesía ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las pasadas generaciones juntas. Pensemos en el sometimiento de las fuerzas naturales al hombre, en la maquinaria, en la aplicación de la química a la industria y la agricultura, en la navegación mediante el vapor, en los ferrocarriles, en el telégrafo eléctrico, en la roturación de continentes enteros, en los ríos abiertos a la navegación, en los nuevos pueblos que brotaron de la tierra como por milagro... ¿Quién en los pasados siglos pudo sospechar siquiera, que en el trabajo de la sociedad, yaciesen ocultas tantas y tales energías, y tales capacidades de producción?"
No vamos a pensar ahora que Marx y Engels eran devotos del capitalismo, precisamente. Pero el ejercicio de la crítica requiere un punto de partida analítico y equilibrado.
4 Respecto de la primera pregunta, me da un poco igual "ganar negativos" por responder que sí: quien responda que no, o es un tradicionalista o alguien cegado por la ideología, dos tipos de personas con las que seguramente no me llevaría muy bien.