jueves, enero 02, 2014

El sistema electoral (1)

El diario El Mundo publica, en el primer número de 2014, los resultados de una encuesta de intención de voto realizada por SIGMA DOS entre el 26 y el 28 de diciembre del año pasado. Dado que la intención de voto al PSOE continúa en la senda descendente que muestra desde mayo de 2008 y que el PP ha remontado ligeramente en el último mes, después de llevar desplomándose desde noviembre de 2011, la diferencia entre ambos partidos se sitúa en 8,9 puntos porcentuales. Lo más destacable en esta encuesta es que la suma de ambos partidos arroja apenas un 57,7% de intención de voto. Esto ha sido saludado por algunas personas como una muestra más de que el bipartidismo pierde terreno en España. Sin embargo, dudo que sea un dato que tenga alguna repercusión práctica en dicho sentido.
El motivo de mi falta de entusiasmo es que los partidos que parecen adquirir más relevancia con la evolución reciente de la intención de voto, IU y UPyD, consiguen apenas un 14,7% y un 9,8%, respectivamente. Dado el fraccionamiento de las circunscripciones en España, no habrá ningún cambio real en la distribución del poder mientras la ventaja de los dos primeros no se reduzca de manera drástica. Se puede ver con un ejemplo: supongamos que los porcentajes de voto se repartieran de forma homogénea por todas las circunscripciones y el reparto se hiciera de forma proporcional (en la práctica no se hace así, pero a efectos del ejemplo sirve suponerlo). IU sólo obtendría escaños en las provincias en que se eligieran siete o más diputados (en las que cada diputado necesitaría un 14,29% de los votos), mientras que UPyD traduciría sus votos en escaños sólo en aquellas provincias en las que se eligieran al menos once diputados (9,09% de votos cada diputado).
En las elecciones de 2011, como se puede ver en este gráfico de RTVE, sólo diecisiete provincias eligieron siete o más diputados y únicamente en cinco provincias se repartieron once escaños o más. Sin salirnos de los supuestos -repito: irreales- de la distribución homogénea del voto y reparto proporcional, podemos ver qué opciones hubieran tenido esos dos partidos de obtener más de un diputado en alguna provincia: IU habría obtenido un segundo diputado en Valencia, que elegía dieciséis, y siete más entre las dos provincias en las que se elegía a más de treinta diputados (obtendría, en total, cuatro en Barcelona -que elegía 31 diputados- y cinco en Madrid -36-). En cuanto a UPyD, sólo sumaría cuatro escaños más a los cinco que le adjudicábamos antes, dos en Madrid y otros dos en Barcelona (en ambas provincias obtiene un total de tres diputados). De forma simplificada:
  • IU obtiene veinticinco escaños:
    • Un escaño en catorce provincias,
    • Dos en Valencia,
    • Cuatro en Barcelona, y
    • Cinco en Madrid.
  • UPyD obtiene nueve escaños:
    • Un escaño en tres provincias,
    • Tres escaños en Barcelona, y
    • Tres escaños en Madrid.
Es decir, sólo hace falta que las circunscripciones estén fragmentadas y que la población se distribuya entre ellas de forma desigual para que el (hipotético) 14,7% de votos de IU se convierta en un 7,14% de representación. De la misma forma, el 9,8% de votos de UPyD se traduciría en un escaso 2,57% de los diputados.
Por supuesto, en la realidad no se distribuyen los votos de forma homogénea. Así, hay partidos que se presentan en unas pocas circunscripciones (nacionalistas, regionalistas, etc.) que, al concentrar el voto en unas pocas circunscripciones, obtienen representación, pero no la consiguen a costa de otros partidos. Este es un malentendido bastante común, sobre todo en Madrid. Sirva como ejemplo este artículo de El Mundo de noviembre de 2011 en el que, creo, se explica bastante bien cómo funciona el sistema electoral español (me reservo, sin embargo, algún otro comentario para una futura entrada), pero a la hora de explicar que hay partidos infrarrepresentados recurre a comparar los resultados de IU con los de ERC en 2008. Bien es cierto que afirma que son los partidos grandes quienes se benefician del sistema electoral, pero se olvida de aclarar que los tres diputados de ERC suponen un 0,86% de representación en el Congreso de los Diputados. Es decir, que frente al 1,14% sobre el total de votos válidos que obtuvo en esas elecciones, ¡ERC también estaba infrarrepresentada!
Nunca está de más repetirlo: los nacionalistas no "roban" representación a IU o a UPyD. Son los dos partidos mayoritarios quien se benefician de que, al existir muchas circunscripciones pequeñas, los votos dirigidos al tercer partido (y siguientes) queden en el limbo. Por ejemplo: cuando se reparten seis escaños en una circunscripción, cada uno "cuesta" (hipotéticamente) alrededor de 16,67% de los votos. Si miramos nuevamente los resultados de 2011, excepto en Álava, Gerona, Guipúzcoa, Lérida, Navarra y Tarragona (provincias todas ellas en que se presentan listas nacionalistas con suficientes apoyos como para que se produzca un mayor reparto), en todas las provincias en que se eligen seis escaños o menos, todos éstos se adjudican a PP o PSOE. Como hay otras provincias (con más escaños) en que se reproduce este reparto bipartidista, en total hay treinta y tres circunscripciones en las que toda la representación se adjudica a los dos partidos hegemónicos. Los votos obtenidos por otras candidaturas en dichas provincias no cuentan para nada.


Esta entrada la he escrito casi de un tirón y puede contener errores, que estaré encantado de corregir si alguien los señala. Espero escribir otras dos entradas sobre el sistema electoral español: una con un análisis más completo (que incluirá una defensa -no muy entusiasta- de la ley D'Hont -que no tiene culpa de nada-), y otra con una propuesta de reforma. Son ideas que llevan años dándome vueltas en la cabeza, pero hasta ahora no me había puesto a escribirlas. Espero que sea verdad eso de "año nuevo, vida nueva" y dicha vida nueva incluya, en mi caso, esta mayor predisposición a escribir.