jueves, octubre 22, 2015

Contra la Renta Básica

Garantizar una renta básica parece una muy buena idea, siempre y cuando no se tome uno el tiempo necesario para analizarla detenidamente. Al fin y al cabo, es mejor dar dinero a quienes no puedan alcanzar por sí mismos unos ingresos mínimos para garantizar su subsistencia, que dejar a estas personas necesitadas al amparo de las ONG, que pueden verse desbordadas, o de las limosnas de sus vecinos. Además, con la renta básica se dinamizaría la economía, al convertir a personas sin recursos en consumidores (al menos, consumidores de productos básicos).
La objeción más habitual contra el establecimiento de una renta básica es que con ella se reducirían los incentivos para la búsqueda de empleo. Es decir, se teme que produzca una masa de vagos que vivan del presupuesto público, sin mostrar intención alguna de buscar trabajo: «no voy a trabajar por 600€ si eso me lo da el gobierno por no hacer nada». Sin embargo, el desincentivo al trabajo puede minimizarse con un diseño adecuado de la renta básica. Basta con que el derecho a percibir dicha renta no se pierda de golpe, sino gradualmente: por ejemplo, partiendo de una renta básica de 600€ al mes, si por cada euro ganado en el mercado laboral sólo se dejasen de percibir cincuenta céntimos de la renta básica, seguiría existiendo un incentivo a trabajar. Así, con un sueldo de 600€, por ejemplo, los ingresos finales del individuo serían de 900€. De todas formas, si la renta es verdaderamente básica, tampoco supone un desincentivo excesivo al trabajo: al fin y al cabo, nadie trabaja para consumir sólo lo básico. De no ser así, no habría tiendas de móviles, ni cambiaría la moda, ni habría tantos y tantos negocios que ofrecen artículos superfluos y servicios prescindibles.

Sin embargo, creo que hay que estar en contra de la renta básica, por un motivo bien sencillo: es, a fin de cuentas, una subvención indirecta a los empresarios. Más aún, la medida adicional que anuncia PODEMOS, la renta complementaria para trabajadores pobres, que garantizaría unos ingresos de al menos 900€ para aquellas personas cuyo sueldo no llegue a dicha cifra, es una transferencia directa a los creadores de trabajo precario. Estos complementos ya existen en Alemania y gracias a ellos son posibles los minijobs. En Alemania, Die Linke denuncia el complemento salarial como lo que es: una subvención a beneficio de las empresas, en un marco de dumping salarial.
Tenemos interiorizada la idea de que “el trabajador debe ganarse el sueldo”, pero casi nunca se habla de la responsabilidad que tiene el empresario de crear puestos de trabajo viables y con una rentabilidad suficiente. Por poner un ejemplo extremo, si alguien abre una tienda de neveras en el Polo Norte y no vende ninguna, no puede echarle la culpa al dependiente. Cuando un empresario afirma que no puede pagar más a sus trabajadores está reconociendo, implícitamente, su propia incompetencia como "creador de riqueza" (así denomina la mitología capitalista contemporánea a los empresarios, ¿no?).
Si un empresario no puede pagar sueldos decentes a sus trabajadores (y las cotizaciones sociales correspondientes), pagar todos sus impuestos y, además, obtener un beneficio para sí mismo, quizás debería pensar en cerrar su empresa. Habitualmente, sin embargo, la alternativa a reconocer su fracaso como empresario es el fraude: contabilidad creativa, no emitir facturas, tener trabajadores sin contrato, etc. Es decir, defraudar a Hacienda, a la Seguridad Social y a todo lo defraudable. Al empresario chanchullero e incapaz le ofrece ahora PODEMOS (o, mejor dicho, le ofreció ya antes Ciudadanos) una alternativa novedosa: bajarte aún más el sueldo, que al fin y al cabo ya vendrá el tío Pablo a complementártelo.
De hecho, con la medida propuesta por PODEMOS, cualquier empleo que ahora esté remunerado con un salario de 900€ o inferior, tenderá a convertirse en trabajo precario con una remuneración que ronde los 300€. Una jugada magnífica: el trabajo que hacía un empleado por 800€ lo harán a partir de ahora dos empleados a media jornada, por 325€ cada uno (dado que el SMI es de 648,6€/mes por jornada completa en 2015). Se le ha dado una subvención de 150€ al mes a la empresa, con un coste de 1.150€ al mes para el Estado (aparte, por supuesto, de que las cotizaciones a la Seguridad Social de dichos trabajadores son mucho menores). ¡BRAVO!
Es más, si abandonamos el supuesto poco creíble de que una empresa en España cumplirá escrupulosamente la ley, tenemos una alternativa aún peor pero más cercana a la realidad: el trabajador que antes cobraba (y cotizaba por) 800€ al mes, pasará a tener un contrato de media jornada por 325€ al mes aunque seguirá trabajando la jornada completa. El empresario le dará una palmadita en la espalda, le guiñará un ojo y dirá «venga, no te quejes, que es mejor para los dos: tú cobras 100€ más que antes y los dos nos ahorramos la tontería esa de cotizar». La renta básica y el complemento salarial son, por lo tanto, dos formas de dumping social. Suponen un paso más en la precarización del empleo, fomentan el trabajo mal pagado y, así, debilitan el sistema de Seguridad Social. Todo un logro para unas medidas tan “progresistas”.

Por otro lado, podemos preguntarnos: aparte de a los empresarios incapaces de crear empleos estables y bien remunerados, ¿a quién beneficiaría esta medida? Un salario de 900€ al mes supone un salario anual de 10.800€. Según el siguiente gráfico, de la Encuesta de Estructura Salarial de 2012 publicada por el INE, el 10% de los trabajadores varones cobraban 10.552,8€ al año o menos. El 25% de las trabajadoras cobraba 11.153,9€ al año o menos. Tomando los datos de población ocupada en 2012 según la EPA (54,5% varones, 45,5% mujeres), se puede estimar que algo menos del 17% de los trabajadores hubieran tenido derecho a cobrar algún dinero por este complemento en 2012. Es curioso, porque todos estos trabajadores mal pagados y que pasarían a cobrar lo mismo, representan un 10% de los varones ¡y una cuarta parte de las mujeres! Si nos fijamos en el famoso “mileurismo”, considerando 14 pagas anuales, en 2012 algo menos de un 25% de los hombres serían mileuristas, mientras que casi la mitad de las mujeres lo eran.
Otro aspecto que podría interesarnos de la medida propuesta por PODEMOS es si resulta suficiente. De acuerdo con la nota de prensa publicada por el INE para informar de los principales resultados de la Encuesta Anual de Estructura Salarial de 2013, el salario mediano (es decir, aquel que divide la distribución en dos partes iguales: la mitad de los trabajadores cobra menos que esa cifra, mientras que la otra mitad recibe un salario mayor) fue de 19.029,66€ anuales.  El salario más frecuente (la moda de la distribución) fue de unos 15.500€. Se considera que un trabajador que cobre menos de 2/3 del salario mediano tiene una “ganancia baja” (low pay rate). En 2013, el porcentaje de trabajadores con una ganancia baja fue del 17,9%. De este porcentaje, un 64,4% eran mujeres. Pues bien, dado el salario mediano de 19.029,66€, el límite para ser considerado de ganancia baja se situaría en 12.686,44€. En el mejor de los casos, si el objetivo fuera tan modesto como elevar los salarios de los trabajadores de rentas bajas hasta dicho umbral, el complemento salarial que propone PODEMOS se queda corto en casi 1.900€ anuales por trabajador.