martes, marzo 17, 2009

Predicciones

Nunca se me dió bien la econometría. Si la Economía en general consiste en enterrar lo obvio bajo una montaña de ecuaciones hasta que deja de ser comprensible, la econometría viene a ser una hija bastarda de la Economía y la Estadística, desarrollada por gente retorcida con una peculiar percepción de la realidad. O quizás todo esto lo diga del mismo modo que la zorra decía que las uvas estaban verdes. En cualquier caso, dado que las regresiones (lineales, múltiples o hipnóticas) no son lo mío, tengo que buscarme otra manera de realizar predicciones. Porque un economista sin predicciones es como Rappel sin túnica. Probaré, entonces, con un par de comparaciones y una regla de tres:
En 1993, los Celtas Cortos cantaban "si el paro va por el tercer millón, tranquilo majete en tu sillón". Tres millones de parados parecían una barbaridad en 1993. Y lo eran, con una población activa que, en el último trimestre de 1993, era de dieciséis millones de personas, porque significaban, más o menos, un 18,75% de paro. De hecho, según los cálculos de la EPA, el número de parados superó a finales de ese año los 3,8 millones (23,8% de paro), así que el que tuviera uso de razón en 1993, que recuerde. Yo entonces tenía 13 años, así que poco puedo decir sobre si la situación fue peor o mejor: mi vida era tan complicada como pudieran serlo los deberes de matemáticas. Es decir, no mucho. Sin embargo, para comparar la situación de entonces con la de ahora, nos encontramos con que, igual que las "antiguas pesetas", los parados de entonces ya no representan lo mismo hoy en día. Desde 1993 la población activa ha crecido bastante y en el último trimestre de 2008 ya superaba, según la EPA, los veintitrés millones de personas. Así que el "tercer millón" de parados de 1993 se encontraría hoy por encima de los 4,3 millones. Para que 2009 fuera tan malo como 1993, los parados tendrían que llegar a ser alrededor de cinco millones y medio.
Entonces, ¿no hay que preocuparse porque (a falta de datos de la EPA) el paro registrado en febrero fuera de casi tres millones y medio de personas? Pues... no diría yo tanto, que el papel de optimistas irredentos ya lo interpretan otros. Al contrario, yo recordaría que la crisis de 1993 se produjo después de las Olimpiadas y la Expo. Es decir, después de un año en el que España recibió todo el turismo que cabía imaginar y después de varios años de inversiones públicas a mansalva (el AVE a Sevilla, estadios, pabellones, etc...) para acicalar el país y dejarlo presentable para el gran escaparate mundial que fueron la Expo, los Juegos, Madrid Capital Europea de la Cultura y el Quinto Centenario del Encontronazo con América Mientras Íbamos Buscando Catay. Es decir, 1993 fue una resaca. Fue como ir a trabajar un lunes después de haberlo dado todo el fin de semana.
Lo de ahora es un poco más complicado. Esta crisis se produce después de haber vivido un reenactment del cuento de la lechera durante los últimos ocho años. Es decir, después de haber vivido una frenética huída hacia adelante desde (más o menos) 2001, espoleando ese caballo moribundo que era el sector inmobiliario y su burbuja. Porque, por supuesto, lo de los sellos era un timo pero "los pisos nunca bajan" es una verdad absoluta. Ahora que la construcción no genera empleo sino que lo destruye y que quienes deberían consumir están entrampados con hipotecas a treinta años o más, la situación, más que a una resaca, se parece bastante a un coma etílico.
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Creo que leí en algún lado que la economía española iba a experimentar un "aterrizaje suave" en 2009. Me recuerda a la escena de El Milagro de P. Tinto en la que llegan los extraterrestres:
- ¿Vamos a tomar tierra?
- ¿Tierra? ¡Se va usted a hartar!

miércoles, marzo 11, 2009

La amistad

De un tiempo a esta parte del concepto de amistad está bastante devaluado por culpa de las redes sociales de interneeeeet. Dado que son páginas web dedicados a recopilar información sobre los gustos de sus usuarios (todo sea por el marketing eficiente) a cambio de hacerles creer que estar sentados ante un ordenador durante horas es compatible con relacionarse con sus semejantes, no es extraño que en sitios como facebook un amigo pueda ser "el conocido de un conocido en cuya fiesta me colé una vez y me estuvo dando la tabarra mientras yo asentía con tal de poder seguir gorroneando cervezas". Tampoco es grave: poniéndonos relativistas, es perfectamente legítimo que uno crea que la amistad consiste en dejar que alguien vea las fotos de tus viajes y borracheras, que haga comentarios sobre ellas con ortografía y sintaxis deficientes y luego invitarle a que haga tests del tipo "¿Qué día de la semana eres?", "¿Qué serie de los ochenta eres?" o "¿Qué asesino en serie eres?".
Pero, puestos a relativizar, también será legítima mi opinión, ¿no? Y opino que, si es verdad aquello de que el discurso transforma la realidad, llamar "amigo" a alguien cuya relación contigo se resume, a grandes rasgos, en que aparece en tu lista de contactos de una red social en internet, hace que la realidad sea un poco peor. Bastante, de hecho.
Aunque, por supuesto, todo esto da igual: no es, ni de lejos, la peor barbaridad que se comete con el lenguaje. Y si realmente alguien dedicara más de cinco minutos a pensar sobre ello, no creo que decidiera apagar el ordenador y quedar con algún amigo de verdad para saludarse con un abrazo, tomar unas cañas y hablar de todo y nada. En lugar de eso, probablemente pediría que en facebook se pudiera etiquetar a los contactos como "amigo", "familiar", "conocido", "compañero de trabajo", etc... Incluso crearía un grupo en la propia página para que los usuarios pudieran hacerse "fans" de la iniciativa. Y es que, dado que en el capitalismo todo cuanto existe, existe en forma de mercancía, nada es ajeno al marketing: no hace falta que nada cambie, si puedes conseguir que parezca más atractivo, funcional, moderno, lo-que-tú-siempre-habías-querido, etc.

martes, marzo 10, 2009

Ya se me han vuelto a adelantar...

He aquí otro ejemplo más de que tengo que escribir las cosas en cuanto las pienso: ahora que lo ha dicho la relatora* de la ONU, si al final escribo sobre el asunto** y critico que se asuma que "derecho a la vivienda" significa "derecho a la propiedad (subvencionada) de un inmueble", parecerá que voy a remolque. Tampoco es que me desviva por ser un innovador, pero si perdemos la oportunidad de decir "esto ya lo decía yo" de vez en cuando, ¿qué consuelo nos quedará en esta vida?



*Esto de "relatora" me recuerda a Don Rodrigo Díaz de Carreras. También a un cuentacuentos, pero algo me dice que las reuniones de la ONU no tienen nada que ver con eso.
**Por cierto: sí, a ver si me pongo las pilas y vuelvo a escribir...